Mirando de reojo a la tarjeta del supuesto reverendo, la doctora Thompkins terminó con el papeleo y se preparó para incorporarse al turno de noche. Aún quedaba una hora y media para que empezase su turno, pero siempre le gustaba llegar antes y ayudar en lo posible. La brisa fría del atardecer la hizo estremecerse. Se levantó de la silla y cerró la ventana. No recordaba haberla dejado abierta. -Leslie- dijo una voz gutural. -Pensaba que no vendrías- respondió la doctora con una sonrisa. Durante la noche nadie que no tuviera la conciencia tranquila se sentía a salvo, porque todo Gotham sabía que incluso el más pequeño jirón de sombra podía servirle de escondite. Pero de día, y bajo la luz blanca fluorescente del despacho, la imagen de Batman cambiaba por completo. Se distinguía a la perfección a la persona debajo de la máscara, al hombre herido y atormentado que se ocultaba en las tinieblas. Sin embargo, lejos de desmitificarse, la figura del Murciélago adoptaba una nueva fuerza. Ahora, a la luz, Batman transmitía la impresión de ser un noble y afligido caballero, una leyenda cargada de humanidad. Tal vez todo esto estuviera en los ojos de Leslie, o tal vez no. Batman no podía ocultarse a la doctora que le cogió de la mano cuando era un niño pequeño llamado Bruce. -¿En qué puedo ayudarte, Batman?- preguntó Leslie, sin dejar de mirar a la tarjeta. -El robo de la colección Kenya. ¿Qué sabes? -Lo que ha dicho la prensa, y poco más. ¿Por qué debería saber algo? -Por nada- admitió con humildad-. Pero me vendría bien una opinión de alguien no implicado. -El detective eres tú, Batman. No veo qué puedo hacer yo. -Hemos encontrado la huella de una mano- explicó Batman-. Presenta una peculiaridad bastante poco frecuente, y he pensado que tal vez hubieras atendido a un paciente así. -¿Traes muestras de esa huella? Batman sacó de entre los pliegues de su capa una hoja de papel fotográfico y lo depositó cuidadosamente encima de la mesa. Leslie contempló la fotografía y tuvo que contener la carcajada. -No estoy segura- dijo-. Tendría que comprobarlo. Aunque sí, desde luego es poco frecuente. -Creemos que eso le ayuda a escalar. -Es una posibilidad, desde luego, aunque quizás deberías consultar con un escalador. -Entra en mis planes. Uno de los mejores escaladores conocidos en el país, y puede que en el mundo, actúa en el circo que acaba de llegar a Gotham. Esta madrugada, a las tres, buscaré al escalador mientras duerme y le interrogaré. -¿No has pensado que podría ser vuestro hombre? -Tiene coartada, estaba actuando en Blüdhaven anoche. Cientos de testigos y cámaras de televisión. -Eso le descarta. -¿Investigarás lo de la huella? -Me pondré a ello antes de empezar mi turno. ¿Cómo te aviso si encuentro algo? -Por el batbusca, como siempre. Leslie tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no estallar en carcajadas. La venganza de Bruce por lo del cheque estaba siendo bíblica. -Está bien- dijo cuando logró contenerse-. ¿Tenéis alguna prueba más? -Que yo sepa todavía nada, pero mis soldados han estado investigando todo el día. Ahora mismo voy a ir a la torre del reloj, a recoger el informe que Oráculo me va a dejar en un cd. -¿La torre del reloj?- preguntó Leslie, sobresaltada. -Allí vive la hija de Jim Gordon- explicó-. Es de confianza. Oráculo suele dejarle los informes allí. La expresión de confianza en el rostro de Batman no consiguió calmar la mirada preocupada de Leslie. -No me parece correcto- dijo sin tapujos-. No deberíais meter a Barbara Gordon en esto. -Será la última vez- mintió Batman-. Es ella la que se ha metido, pero cuando vaya a recoger el informe le diré que no la utilizaremos como correo nunca más. -Sabes perfectamente de qué te estoy hablando. -Confía en mí, Leslie. Las luces se apagaron durante medio segundo. Cuando volvieron a encenderse, Batman había desaparecido. No le gustaba, no le gustaba nada el camino que estaba eligiendo Batman. Anunciar delante de un micrófono que la pobre Barbara vive en la torre del reloj… Si el ladrón se les escapaba, tendría en su poder una información demasiado seria. Ya el simple hecho de que lo supiese ahora ponía a Barbara en peligro. Pero pese a todo, tenía que reconocer que Batman solía saber lo que hacía. Conocía muy bien a Bruce. Sabía que ese buen humor, esas bromas ácidas, eran señal de que todos sus planes estaban saliendo a la perfección. La prueba principal estaba en la fotografía que le había dado. La supuesta huella de una mano era una foto, impecable desde el punto de vista artístico, de un farol.
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